En agosto de este año, Javier Zanetti cumplirá 41 años. El capitano es, sin la menor duda, uno de los mejores jugadores de la historia del Inter de Milán. En 2010 celebró con los nerazzurri los mayores logros de su carrera: liga, Copa de Italia, Liga de Campeones de la UEFA y Copa Mundial de Clubes de la FIFA.
En Italia, el que ha sido 145 veces internacional con la Albiceleste, es toda una leyenda. Todavía no piensa en retirarse, como explica en esta entrevista con FIFA.com.
Señor Zanetti, lleva desde 1995 en Milán. Es decir, 19 años en el Inter. ¿No se ha vuelto un poco italiano después de tanto tiempo? 
Sí, claro. Cuando vives tantos años en la misma ciudad y juegas en el mismo equipo, por supuesto que te identificas con todo. El club me trató maravillosamente desde el principio, así que me sentí como en casa en seguida. No olvido mis raíces, pero después de tantos años sí que me he hecho un poco italiano.
¿Visita Buenos Aires a menudo?
Siempre paso las vacaciones allí y también vuelvo para celebrar ciertas fiestas. Visito a familiares y amigos. Pero también me ocupo de mi fundación, Pupi, con la que ayudamos a niños desfavorecidos de los barrios más pobres de Buenos Aires. Siempre que puedo regreso a mi país.
¿Sus familiares y amigos de Buenos Aires no quieren que vuelva a casa?
No, saben que mi familia y yo estamos muy bien en Milán. También saben lo que significan para mí la ciudad y el club y se alegran por mí.
En estos 19 años ha hecho muchos amigos y ha conocido a futbolistas del mundo entero. La "colonia" argentina del Inter es, o tal vez era, muy grande. ¿Sus compatriotas se han convertido en sus amigos más próximos en estos años?No exclusivamente. Iván Zamorano es chileno y es el padrino de mi hija. Iván Ramiro Córdoba es colombiano y es el padrino de mi segundo hijo. Un muy buen amigo italiano es el padrino de mi primer hijo. No conozco fronteras.
¿Qué tienen en común italianos y argentinos?
Somos muy parecidos, sin duda alguna. Muchos italianos emigraron a Argentina y, ahora, somos los argentinos y, como en mi caso, los futbolistas, quienes volvemos a Italia. Siempre tratamos de conservar nuestra identidad.
Volvamos al pasado. ¿Qué recuerda de aquel 1995, cuando dejó el Banfield para fichar por el Inter de Milán?
Fue un gran reto para mí. Tenía 21 años, mucho por aprender y descubrir. Siendo tan joven, venir a una ciudad como Milán era realmente un desafío. Muchas cosas, además de la experiencia adquirida, me han ayudado a hacerme mayor y a madurar. No hablo sólo de mi carrera profesional, sino también de mi vida privada. El club siempre ha estado a mi lado y ha sido un gran apoyo. En aquel entonces supuso una decisión muy importante y hoy puedo decir que fue la correcta, sin duda alguna. He vivido los últimos veinte años de forma muy intensa, sigo estando orgulloso y me siento honrado de haber venido a este club y de seguir formando parte de él. El Inter me lo ha dado todo.
Suena como una auténtica declaración de amor. ¿Podemos hablar de un amor eterno y auténtico entre Javier Zanetti y el Inter de Milán?
Desde luego. Mis sentimientos por este gran club, la familia Moratti y la afición son sinceros. Fue amor a primera vista y no ha dejado de crecer día tras día, semana tras semana, mes a mes y año a año. El respeto que se me tiene significa mucho para mí.
¿Su mujer, Paula, no tiene celos de tanto amor por el Inter?
No, todo lo contrario. Con el paso de los años también se ha hecho nerazzurra. Es plenamente consciente de que el Inter es un elemento muy importante de nuestra vida y que lo seguirá siendo.
Tiene tres hijos. ¿Cómo es el Zanetti padre? ¿Igual de decidido, orgulloso y modélico?
Claro que sí. Pongo mucho empeño en ello y lo doy todo y más por mis tres hijos. Cuando puedo estar en casa, paso mucho tiempo con ellos. Lo necesito y me hace sentir bien. Estar con mis hijos me sienta bien.
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Usted es conocido por ser incombustible, ambicioso y disciplinado. Hablando de ambición y disciplina, ¿es cierto que pocas horas después de haberse casado con Paula fue a entrenarse?
Sí, nos casamos el 23 de diciembre de 1999. Durante las vacaciones de Navidad siempre nos dan un programa especial para mantenernos en forma. Por eso fui a entrenarme recién casado.
¿Son precisamente la ambición y la disciplina ejemplar las que lo han convertido en lo que es hoy, una leyenda viva?
Es mi forma de ser, de entender el trabajo y la vida. Desde que decidí ser futbolista profesional, vivo y trabajo según estos principios.
Hablemos un momento del 9 de noviembre de 2013. En el minuto 82, en el partido en casa contra el Livorno, usted sale a la cancha para sustituir a un compañero. Es su regreso tras la rotura del tendón de Aquiles y una baja de seis meses. Lo que sucedió en aquel momento en San Siro fue fantástico, inolvidable, emotivo... La afición lo ovacionó. ¿Qué sintió?
Fue algo único. Ante aquella ovación ensordecedora se me puso la piel de gallina y el corazón me latía con fuerza. Nuestra afición me hizo un regalo maravilloso y le estaré siempre agradecido por ello. Cuando me lesioné, sólo tenía un objetivo y un deseo: quería volver a jugar al menos una vez en mi estadio ante nuestro público. Lo conseguí gracias a un gran esfuerzo y al apoyo incondicional que recibí.
Hay otra cosa maravillosa: cuando es sustituido o entra en el terreno de juego de cualquier estadio italiano, siempre recibe aplausos. Viniendo de otros aficionados, es señal de reconocimiento y gran respeto.
Sí, me siento muy orgulloso y me emociona. El fútbol es un deporte maravilloso. A pesar de las rivalidades, puede unir a la gente. Como futbolista, además de los títulos, no hay mejor reconocimiento que tener el respeto y el aplauso del público que no siente los colores de tu club.
El Inter de Milán es su vida, pero ¿qué pasará después? 
Mi deseo es seguir siempre en esta fabulosa familia, también cuando cuelgue las botas. Lo que está claro es que quiero trabajar siempre para esta entidad.
Cambiemos radicalmente de tema: es dueño de dos restaurantes en Milán. ¿Cómo es Zanetti en su faceta de hostelero? ¿Se pone a trajinar en los fogones?
¡No, por el amor de Dios! Soy pésimo en la cocina. Prefiero dejarlo en manos de profesionales. Sólo voy al restaurante a comer, es lo mejor para todos.
Su fundación Pupi también es parte importante de su vida. ¿Cómo le influye? ¿Es una clara señal de que los futbolistas no sólo piensan en ganar dinero?
Sólo puedo hablar por mí: los futbolistas no pensamos únicamente en ganar dinero. Hay otros compañeros que participan en proyectos similares. Es importante pensar en la gente que no tiene tanta suerte. Soy consciente de ello y por eso creé la fundación. Nos encanta trabajar para los niños de barrios pobres de Buenos Aires que necesitan nuestra ayuda.
"Pupi" también es su apodo. ¿De dónde surgió el nombre?
Me lo puso un técnico argentino que ya había entrenado a mi hermano. Desde entonces, mis amigos y compañeros me llaman así.
Por último, ¿le empiezan a pesar los años? Si echamos un vistazo a su currículum, nadie diría que este futbolista luchador y ambicioso va a cumplir 41 años...
Todavía me siento joven. Es una cuestión de sentimiento. La edad está ahí, pero siempre depende de lo que uno haga con ella y de cómo la viva. Si estás contento contigo mismo, es más fácil dar siempre lo mejor.

(FIFA.com)